28 may 2012

Muuuuu 3

Cuando una busca la supuesta verdad, a veces se deja convencer por puro agotamiento o por cobardía. Entonces aún quedo más alicaída que si obtuviera la confirmación de la sospecha.
Busco más pistas, pero no encuentro y aún enfurezco más, no me tranquiliza, al revés, necesito confirmar mis sospechas, encontrar la evidencia de un pelo que no es mío, repensar dónde buscar.
Necesito encontrar los frutos deseados y sufrir y confirmar con un instantáneo retortijón fortísimo en mis entrañas y correr al retrete perdiendo la vida.



Ah, sí, sí, sí, mi intuición satisfecha: otra persona, sí, al fin. Parezco la ganadora, pero no.

Silbila

25 may 2012

Muuuuu 2

No tengo explicaciones ni para ella ni para mí misma.
Sólo el halo de vivir me mantiene un poco alejada de perder el juicio, un poco.



Silbila

13 may 2012

Muuuuu

Claro que sé cómo son los cuernos, nunca los llegas a talar del todo. La crueldad de su artífice, su desfachatez y traición quedan enraizadas en la cabeza. Con el tiempo verme en el espejo con esos cuernecillos puede resultarme hasta identificativo, al menos yo me obligo.
Claro que soy mujer despechada y mis amantes lo saben, así que les queda la ardua tarea de conocer qué sentimientos albergo para ellos -si acaso me quedara algún resquicio- o todo lo que siento es necesidad descabezada.



Me reconozco en ese sufrimiento que surge de las dudas respecto de una persona a quien he hecho centro de mis preocupaciones, fabulaciones infinitas. Veo la mentira en su rostro y también en sus ausencias. Cuando está delante de mí el aire se impregna del aroma a chantaje.
Se me para la respiración, el poco oxígeno que recibo me hace enloquecer, y al minuto siguiente me creo las explicaciones de su boca sólo por mi propio bien, para no caer aún más en la locura.

Sibila

7 may 2012

Regalo

Llega después de meses con un bono relax para las dos: ok, acepto por darle gusto aunque no me apetece nada.
Fuimos, miré todo con la desconfianza de la desgana, ella se aposentó como si conociera el lugar queriéndome hacer agradable el momento, dulcificando nuestra próxima vivencia a dos: una sesión de ictioterapia y un masaje reiki.
Intenté sonreir con la gracia y el asco plantificados en mi cara al mismo tiempo porque la idea de sumergir mis pies entre bichitos pequeños para que me coman la roña es poco menos que asquerosa. Pero sonreí y puse cara de fascinación.

El regalo resultó desfasado. Conocí los pececillos en la costa turca y me pareció exótico no, llamativo sí, pero no para repetir: los peces viven en ese agua perennemente, comen y defecan células muertas, mordisquean mi roña y la pasan a otros pies más o menos bellos, sucios o limpios que los míos.  Los hongos la gozan en esa agua templada.



Ella sonreía entusiasmada, yo teatralizaba una buena cara.
Y para acabar un masaje energético, que estuvieron de moda en los noventa pero ya no. Ella creía que esto me a devolver las ganas y la pasión, pero mi pero es tan hondo como amplio el cielo.
Agradezco el doble regalo, claro que sí pero llega fuera de hora. Esto ya está out, ahora se llevan los masajes con los ángeles de la guarda. Aviso.

Sibila
Nota: qué gusto despacharse así con un regalo.