7 may 2012

Regalo

Llega después de meses con un bono relax para las dos: ok, acepto por darle gusto aunque no me apetece nada.
Fuimos, miré todo con la desconfianza de la desgana, ella se aposentó como si conociera el lugar queriéndome hacer agradable el momento, dulcificando nuestra próxima vivencia a dos: una sesión de ictioterapia y un masaje reiki.
Intenté sonreir con la gracia y el asco plantificados en mi cara al mismo tiempo porque la idea de sumergir mis pies entre bichitos pequeños para que me coman la roña es poco menos que asquerosa. Pero sonreí y puse cara de fascinación.

El regalo resultó desfasado. Conocí los pececillos en la costa turca y me pareció exótico no, llamativo sí, pero no para repetir: los peces viven en ese agua perennemente, comen y defecan células muertas, mordisquean mi roña y la pasan a otros pies más o menos bellos, sucios o limpios que los míos.  Los hongos la gozan en esa agua templada.



Ella sonreía entusiasmada, yo teatralizaba una buena cara.
Y para acabar un masaje energético, que estuvieron de moda en los noventa pero ya no. Ella creía que esto me a devolver las ganas y la pasión, pero mi pero es tan hondo como amplio el cielo.
Agradezco el doble regalo, claro que sí pero llega fuera de hora. Esto ya está out, ahora se llevan los masajes con los ángeles de la guarda. Aviso.

Sibila
Nota: qué gusto despacharse así con un regalo.

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