Turista, adulto, bronceado, camina de frente a mí por la misma acera estrecha. Atardece con soplo de aire muy cálido, él contonea sus caderas dentro de un lino claro.
Nos rozamos el brazo al coincidir, de sus labios carnosos me dice “Incendiaria” y sonríe.
Dientes forrados de oro, no podía ser peor.
Sibila
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